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Categoría: Mitos Mexicanos
Leyendas y mitos mexicanas
A través del tiempo las leyendas y mitos mexicanas se han transmitido de generación en generación…
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Leyendas mexicanas
Mitos mexicanos
Otros enlaces sobre leyendas y mitos mexicanas:
Diccionario de mitos y leyendas folkloricas. Organizado por alfabeto, etnias y paises.
Mitos Coloniales
Mitos coloniales:
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Lellendas y mitos
Lellendas y mitos disponibles para su lectura en Mitos-Mexicanos.com
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Mitos populares
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Mitos prehispanicos de mexico
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Mitos de Mexico
Esta es una lista jerarquizada de los mitos mexicanos mas leídos en nuestro sitio (arriba el más popular de la lista). Para ver más mitos ve a la categoría de Mitos Mexicanos .
1
La Diosa Luna
2
Dioses de la Muerte
3
Popocatepetl
4
Mito cosmogonico
5
Las plumas del Pavo Real
6
Mito de la creación del maguey
7
Creacion del Mundo – Mito Mexicano
8
Caracteristicas de los mitos
9
La Capa del Mendigo
10
Sol y Luna, opuesto y complementario
11
El Cristo de Chalma (Estado de México)
12
Mito de la Creación
13
Los Primeros Dioses
14
La verdadera historia de Quetzalcoatl
15
Mito Hazañas de Quetzalcoatl
16
La Rueda de los Katunes
Lellendas
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Lellendaes una narración oral o escrita, en prosa o verso , con una mayor o menor proporción de elementos imaginativos y que generalmente quiere hacerse pasar por verdadera o fundada en la verdad, o ligada en todo caso a un elemento de la realidad. Se transmite habitualmente de generación en generación, casi siempre de forma oral, y con frecuencia son transformadas con supresiones, añadidos o modificaciones.
La Capa del Mendigo
El suceso que nos ocupa acaeció en la villa de Santa María del Pueblito, por los años de 1850 a 1852, época en que estaba de cura propio de aquella parroquia el Pbro. D. Luis Luna y Pérez, en cuyo empleo permaneció muchos años hasta su muerte.
Entre los muchos pordioseros que llegaban al curato a implorar socorro, había un viejecito que periódicamente venía a recibir su óbolo, pernoctando en la cuadra sobre blando colchón de paja.
Este jamás quiso decir su origen, ni aún revelar el nombre de su patria; más esto no impedía que el buen cura (como generalidad de los de su clase), le socorriera con largueza.
Todo su haber se reducía a un tosco bordón, un sombrero de petate formado de tres distintos tejidos, un morral colgado al hombro y una colcha formada de mil y tantos parches y remiendos de distintos paños y colores; y por ende muy pesada.
Tantas veces había pernoctado ya en aquella casa de vuelta de sus correrías por las aldeas en busca de sustento, que ya era bastante conocido de aquella gente.Después de algunos años de estos viajes y vueltas, llegó una noche al curato, y después de internarse a su aposento, pidió al mozo un poco de agua porque se moría de sed.
El mozo, al ser preguntado por el Sr. Cura sobre si habían llevado su cena al viejecito, dijo que no había tomado alimento, sólo un poco de agua, lo cual llamó la atención de Sr. Cura, quien fue a verlo, encontrándolo abrazado en calentura.En vista de esto, dispuso se medicinara y preparara para confesarse, lo cuál hizo el mendigo sin dilación.
Después de los auxilios necesarios, el viejecito aquel murió, corriendo todos los gastos por cuenta del Sr. Cura.Al levantarlo de su lecho un hermano del citado Sr. Cura y un mozo, notaron que la colcha de los mil y tantos remiendos pesaba más, sabiendo el origen del mendigo ni su patria, se le hicieran sus funerales en la misa parroquial del Pueblito, repartiendo los sobrantes a varios sacerdotes para que se aplicasen misas; lo cual fue verificado exactamente.
Esta suceso me lo refirió el hermano ya citado del Sr. Cura quien todavía vive, aunque ya tocando el ocaso de la vida.Un mentís más a la decantada codicia de los curas, con que liberalismo se empeña en desprestigiarlos; siendo el pan cotidiano de la presa impía.
Ataque a un Apostolado
(Mito Mexicano de la Epoca Colonial)
Fueron tantos los episodios ocurridos en el memorable sitio de 1867, que ellos solos bastarían a formar una tercera serie de leyendas; pero como en la variedad está el gusto, nos hemos propuesto a ir mezclando entre leyendas históricas, revestidas del carácter serio de la historia, algunas que a la vez perpetúen hechos que sucedieron, tenga su parte más o menos anecdótica.
En el número de éstas se cuenta la que nos ocupa y que, sin embargo de pertenecer a dicho género, relata un hecho rigurosamente histórico.Sabido es que el mismo día que se abrió el Sitio y que no fue otro que el día 14 de marzo, a las diez de la mañana, pidieron los imperialistas sus posesiones de La Otra Banda, apoderándose los republicanos de Antillón de la Iglesia de San Sebastián, de huerta y demás pertenencias, replegando a los sitiados hasta la ribera del río, sirviendo éste de línea divisoria entre ambos contendientes.
Existía de tiempo inmemorial en esa antigua parroquia, como en todas las de su clase, un apostolado de mezquite y tamaño natural que anualmente, el Jueves Santo, servía para representar la última cena de Nuestro Señor Jesucristo, o sea la institución del Santísimo Sacramento.
En mala hora, las tropas liberales se propusieron hacer una mala pasada a los imperialistas, y en la misma noche de la toma colocaron convenientemente en un parapeto (formado por la barda de una casa cercana a la ribera, la cual aún existe), a los Apóstoles, asomando medio cuerpo, en forma de tiradores y con su chacó republicano.
A la madrugada, los republicanos hicieron una descarga a los imperialistas que custodiaban la ribera opuesta del río desde las casas y huertas, haciendo la descarga y ocultándose en seguida, cubriendo la vanguardia San Pedro y sus compañeros.
Al ser provocados, los imperialistas comenzaron a cazar a sus contrarios, que como de mezquite, necesario fue a hacerles varias descargas para degollarlos quedando, sin embargo, algunos en pie.
La traición no refiere si el traidor de aquel grupo fue de los muertos o de los supervivientes; pues sólo reza que al esclarecer el día, notaron los imperialistas que los que aun seguían de pie no se movían y tenían luenga barba, lo cual dejó en claro la mala pasada de los enemigos, poniendo de punta a los bravos defensores, tanto por aquella profanación, como por la pérdida del panque.
Desde entonces, es conocida esa casa entre los vecinos del contorno con el nombre de Casa del Apostolado.
El Milagroso Señor de Villaseca
(Epoca Colonial)
Don Alonso de Villaseca fue un noble de raras virtudes que de España vino a estas tierras allá por mediados del siglo XVI.
Caballero a carta cabal que gozó de la estimación general por su desprendimiento y libertad, otorgando
beneficios a mucha gente necesitada.
A lo dicho hay que agregar que Don Alonso tenía sentimientos religiosos muy bien fincados, que tradujo
también en nobles acciones: de España mandó traer tres Cristos, con su propio preculio, uno que donó al
pueblo de Ixmiquilpan porque allí había hecho su fortuna, otro a las famosas minas de Zacatecas y un tercero al Mineral de Cata, a orillas de esta población.
Este Cristo es al que nos vamos a referir, contando aquí dos de los múltiples milagros que se le atribuyen.
Dícese que cuando aún no había ni la más remota idea de reglamentar el trabajo de nuestros braceros en el vecino país del Norte, un grupo de campesinos de estos alrededores, necesitados en ganarse la vida en mejores condiciones, creyeron ingenuamente en la promesa que les hiciera un vívales y, dejando su casa y familia, corrieron la aventura de la que después tuvieron que arrepentirse muchas veces.
Hallándose en una hacienda algodonera cercana a la frontera, se les designó un galerón para que pasarán la noche, advirtiéndoles que para mayor seguridad iban a cerrar la puerta.También se les ofreció que una persona les llevaría la cena un poco más tarde, pero como ese momento no llegó nuestros pobladores rancheros se disponían a dormir sin más alimento en su estómago que unos sorbos de agua, cuando uno de ellos que andaba cerca del fondo escuchó un ruido raro que llamó su atención, algo así como una gotera; más como no era tiempo de lluvias, no era posible pensar eso.
Con mucha precaución abrieron la puerta, encontrándose en un patio semioscuro. En la habitación de laderecha, también mal alumbrada, se hallaban colgando del techo varios cuerpos que parecían humanos.
−No parecen− dijo otro de ellos −son hombres semidesnudos y sin cabeza−afirmó profundamente
sorprendido.Hay que imaginar cual fue su asombro al comprobar que en efecto los que colgaban del techo eran cuerpos humanos decapitados, puestos en esa actitud para que la sangre chorreara sobre sendos recipientes.
Lo primero que pensaron los aspirantes a trabajadores fue que para hacer de ellos otro tanto se les había llevado allí.
Verdadero pánico se apoderó de su ánimo y, en el paroxismo de su angustia, se encomendaron al Señor de Villaseca, rogándole que les permitiera salir de allí con bien.
Lo consiguieron, no sin antes pasar por varios peligros, regresando en peores condiciones a su tierra, pero con su vida.
El retablo en que patentizaron este milagro se encuentra en el muro izquierdo del templo de Cate, dedicado al Milagroso Señor de Villaseca.
Después supieron que la sangre de aquellos quien sabe cuantos desdichados más, era empleada para hacer colorantes que en el mercado se vendían muy caros.El segundo caso se refiere a María, una guapa galereña que reunía en su persona todos los atributos para ser lo que se dice una hermosa muchacha.
Muy joven la casaron sus padres con un viejo minero adinerado, por quien María profesaba la más profunda repugnancia. Sin embargo, obediente y de buenos principios, permaneció sumisa al lado de aquel hombre, no obstante que la seguía cortejando Juan Manuel, apuesto galán que no podía resignarse a perder su amor y por medio de una viejecita del barrio del Terremoto, constantemente hacía saber su honda pasión a la dueña de sus desvelos.
Por su parte, María no solo sentía admiración y afecto por su admirador, sino que sostenía la más intensa
lucha por liberarse de aquella tentación.
Muchas veces, arrodillada ante el Cristo milagroso, le rogaba que le diera fuerzas para seguir siendo fiel a su esposo.
−Tú sabes, Padre mío, que yo jamás he querido a Don Martín− éste era el nombre del celoso y feroz marido−y que me casaron sin mi voluntad.
Un día que Don Martín, por razón de sus negocios tuvo que ausentarse por dos días, María no pudo resistir el deseo de llevar a Juan Manuel un buen almuerzo, pues tenía el turno de madrugada.
Feliz y risueña como nunca, iba la muchacha por el camino de Cata, cuando de repente se apareció su marido.
En el acto reconoció la canasta, y cegado por los celos increpó con violencia a María, imaginando que el
almuerzo era para su adversario.
Con la hija de su puñal levantó la servilleta que cubría la canasta, al tiempo que decía:
−¿Qué llevas ahí?
La infeliz muchacha turbada por la pena y el dolor, se encomendó al Cristo de su devoción y, aparentemente sin inmutarse, con voz firme contestó:
−Llevo flores al Señor de Villaseca.
Efectivamente al levantar la servilleta, aparecieron a la vista de Don Martín las más frescas y hermosas rosas que él hubiera imaginado.
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